Reflexiones para tí.

Abuso

¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? Isaías 58:6.

El abuso es uno de los peores males que existen en las relaciones humanas, y tiene distintas modalidades, desde el abuso sexual perpetrado contra menores, adolescentes o mujeres, hasta la violencia familiar o escolar (bullying), o los abusos de poder por parte de empleadores, de fuerzas de seguridad o de los poderes gobernantes.

El abuso siempre presupone que hay una persona con mayor poder que otra (generalmente poder físico, pero también puede ser psicológico, social o político), y que se vale de esa superioridad para manipular, hostigar, aprovecharse o hacer sufrir a la persona que tiene menor poder.

El abusado, lamentablemente, en general, si permite que continúe el abuso, lo hace porque tiene una autoestima demasiado baja (generalmente reforzada por el trato del abusador), un yo muy endeble y en algunos casos por una inferioridad económica que hace que parezca no quedarle otro remedio que permanecer al lado del abusador. El abusador, a su vez, es una persona enferma, que no sabe manejarse en la vida con otros códigos que no sean los de la dominación, la prepotencia, la humillación, la manipulación, y la agresión y la violencia.

Como cristianos, debemos prevenir todo tipo de abuso, enseñando en primer lugar a la gente a vivir bajo los principios del Reino de los cielos, a tratar a otros con el amor, el respeto y la delicadeza de Cristo; pero, por otro lado, también haciéndoles ver que son seres dignos, por ser hijos de Dios, del respeto y el buen trato de los demás, y que no deben permitir que abusen de ellas, y mucho menos bajo el pretexto de que porque son cristianas deben soportar la maldad de la gente que la rodea. El peor enemigo de la víctima es el silencio.

Los cristianos no podemos ser indiferentes frente a una persona que sabemos que es víctima de abuso. Debemos darle nuestro apoyo moral, prestarle nuestro oído, acompañarla, darle fuerzas morales e incluso ayudarla a tomar medidas prácticas, concretas, para romper con el ciclo enfermizo del abuso.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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